¿Cómo es el consumidor del siglo XXI?

¿Cómo es el consumidor del siglo XXI?
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El perfil del consumidor actual es muy diferente a la idea tradicional de un consumidor pasivo, que se limita a consumir aquello que le ofrece el mercado, sin que se le conceda demasiado protagonismo. Por contra, el nuevo consumidor es proactivo, tiene capacidad de liderazgo, es activo en redes y está mucho más informado. Las nuevas tecnologías lo han convertido en un agente activo, con una importante influencia a la hora de expresar su parecer, tanto para hacer sugerencias como para generar contenidos y dar opiniones muy tenidas en cuenta por otros consumidores que buscan información de referencia. Una nueva realidad para la que surgen nuevos términos, como el de prosumidor, la unión de los términos "productor" y "consumidor", derivado del anglicismo prosumer, que define este nuevo tipo de consumidor que no se explica sin tener en cuenta los cambios económicos, culturales y tecnológicos de la revolucionaria "aldea global" de McLuhan.  

 

 

El nuevo consumidor: a la conquista del mercado

Para entender este nuevo tipo de consumidor, en efecto, se hace necesario contextualizarlo dentro de las coordenadas de una sociedad globalizada, especialmente en lo que respecta a la hiperconexión creada por las nuevas tecnologías, desde su participación en redes sociales, foros o creación de blogs hasta la creciente influencia del Internet de las cosas, que le permite una conexión instantánea prácticamente en cualquier tiempo y lugar. Pero no todo son ventajas para el consumidor. Las nuevas reglas del juego tienen su cara y su cruz. Si por un lado su actuación es influyente en distintos ámbitos, -para beneficio de ambas partes-,  y puede aprovechar las ventajas de ser escuchado o de encontrar una mejor relación calidad precio, en el otro lado de la moneda, también paga el alto precio de la pérdida de privacidad o, por ejemplo, de la dificultad de influir en los grandes monopolios. Aún así, el nuevo paradigma concede al consumidor un protagonismo indiscutible. Frente a su anterior papel, de mero consumidor, se produce una interacción entre empresa y consumidor que lo convierte también en profesional y productor. No en vano, sus opiniones a título individual o como grupo de consumidores son fácilmente accesibles y, a su vez, muy tenidas en cuenta por otros consumidores, hasta tal punto que a menudo resultan determinantes para tomar una decisión e incluso para hacer cambios dentro de la organización a nivel productivo. De este modo, el consumidor del siglo XXI asume un papel protagonista a la hora de conquistar el mercado para hacer que se amolde a sus requerimientos.

 

La experiencia, el nuevo valor

Por otra parte, la globalización también supone una mayor accesibilidad a distintos puntos de venta gracias a las nuevas tecnologías y el exceso de oferta en un sinfín de productos y servicios. Al tiempo, ello se traduce en una mayor competitividad entre las empresas, lo que las obliga a diferenciarse para atraer al comprador y a ofrecer experiencias que van más allá del producto en sí. El nuevo consumidor, por último, no solo busca productos concretos. Ahora ha pasado a consumir experiencias, dentro de las que se encuentran los productos o servicios. La diferencia, ahora más que nunca, está en los detalles y, en suma, en conseguir que un cliente satisfecho se convierta en un embajador de la marca.  

 

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