La templanza y la serenidad, dos atributos del buen líder
El responsable de un equipo debe actuar con templanza, no perder nunca los estribos y enfrentarse a las adversidades de manera que sirva de ejemplo a los demás.
Francisco Muro, consejero delegado de Otto Walter para España y Portugal, ofrece algunos consejos sobre la cuestión a partir de los aforismos de Baltasar Gracián.
“No hacer de una necedad dos. Es muy ordinario que para remediar un error se cometan cuatro. Lo peor de un error es empecinarse; y mucho peor es no saber reconocerlo. Es pago habitual de las imperfecciones dar cabida a otras muchas. Hasta el más sabio puede tener un descuido, pero no dos, y como accidente, que no como norma.”
Baltasar Gracián
CLARIDAD DE IDEAS
Cuántos ejemplos de esto vemos en eventos deportivos, en casa con la familia y, cómo no, en nuestro entorno laboral. En los momentos de nerviosismo es fácil actuar con precipitación y ésta tiene el vicio de acudir acompañada de su hermano, el dislate. Llegarán malos tiempos, como en todo ámbito de la vida, ya sea por coyunturas externas o por errores internos.
No obstante, venga la tempestad por lo que venga, sólo el temple nos permitirá la claridad de ideas, ya que obrar en tensión suele generar tensión y hacerlo ante un fallo supone encadenar tres, que convierten el primer desacierto en un grave error.
Es prudente mantener la cabeza fría en los momentos de arrebato, pero es ardua tarea; ya lo describe el dicho popular “perder la cabeza”, que implica dejar a nuestros actos sin el control del cerebro que hay en ella.
EL ARTE DE LA OBJETIVACIÓN
Es bueno buscar el consejo del de fuera en momentos de ofuscación. Y aunque la mayoría de las veces nos dirán lo que ya sabíamos, eso servirá para diferenciar nuestros pensamientos buenos de los malos, las acciones incontroladas de las juiciosas, y devolvernos la calma interior que se precisa para decidir con criterio inteligente.
LOS PELIGROS DE LAS PASIONES
Más peligroso es obrar apasionado. Y no necesariamente en el sentido de enfurecido, sino en otro más cotidiano. Para cada uno, su idea siempre es la mejor; su enfoque, el más brillante; y es fácil enamorarse del plan que uno mismo concibió. Esto ofusca la mente y perjudica la capacidad de discernir. Es un rasgo de los grandes líderes saber poner siempre en cuestión las propias opiniones y dejar que constituyan el principio del debate y no el fin. El directivo necesita buenas decisiones y debe evitar envenenarse con el apasionamiento por la idea propia, ya que el sabio aprende que ninguna idea es la mejor, puesto que siempre hay forma de mejorarla, y, si uno mismo ya supiera cómo hacerlo, así lo habría diseñado desde el principio.
EL SILENCIO
Si se apodera de uno el mal genio, sólo una orden inmediata debe asistirnos: “¡Calla y retírate!”. El silencio es nuestro mejor escudo ante la invitación al descontrol. Si la furia entra en su alma, aprenda a callar, a retirarse, a reflexionar y, más tarde, con la mente despejada, a tomar las decisiones que correspondan. Es fácil perder los estribos, al igual que es difícil disculparse después y solventar los entuertos ocasionados en el arrebato. Además, el liderazgo obliga y saber contenerse en los momentos de cólera es una oportunidad para exhibir la templanza del fuerte.
LA MISIÓN DEL LÍDER
Nada tiene de malo que finalmente sea otro el que dio el toque maestro a nuestro primer boceto, ni aunque así se lleve todo el mérito, ya que nuestra misión es lograr buenos resultados; no ser nosotros los propietarios de las ideas, sino saber generar e implementar las adecuadas para progresar. Sólo el necio antepone su ego y su ansia de figurar al infinito caudal de energía que supone abrir la participación y repartir el éxito entre los que aportaron algo.
A parte de estas cualidades, queremos preguntaros qué otra característica consideráis que es la más destacada de un líder a través de esta encuesta y mediante vuestros comentarios.
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