Cómo el ‘slow work’ puede hacer que una empresa sea más productiva

Cómo el ‘slow work’ puede hacer que una empresa sea más productiva
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Es importante controlar el ritmo de trabajo y centrarse en lo que se hace, con dedicación, esmero y calma. Este es, en esencia, el mensaje que se esconde detrás del movimiento ‘slow work’, una tendencia con cada día más adeptos y que puede hacer que aumente la productividad en las empresas.

Según el estudio Enhancing creativity through mindless work, de los profesores Kimberly Elsbach y Andrew Hargadon de la Universidad de California, la mente necesita repartirse entre tareas cognitivamente exigentes y otras operativamente sencillas. Si únicamente dedicamos tiempo a las primeras es contraproducente así como únicamente hacerlo a las segundas, que hace que el trabajador rinda menos.

A partir de ahí es donde la realidad se impone y la conciliación entre la vida personal y el ritmo que exige una empresa competitiva deben hallar su equilibrio. El slow work reivindica precisamente eso, un equilibrio saludable entre los desafíos de la empresa y las necesidades de las personas.

La productividad de un empleado no es constante y requiere de descansos que alivien su mente y cuerpo. Un esprint continuo es imposible. Hay que aprender a acelerar y a ralentizar el ritmo. Asimismo, hay que ser conscientes de que las mejores decisiones no se toman cuando uno realiza múltiples tareas simultáneas. El trabajo necesita atención, enfocar, centrarse en una cuestión en concreto para hallar la mejor solución.

Con todo, sabemos que el entorno de trabajo en el que se desenvuelven la mayoría de profesionales no permite hacer todo esto. Ahora bien, siguiendo la filosofía slow work, uno de los aspectos que podemos tratar de cambiar pasa por comenzar a repartirse el tiempo de trabajo, dedicando una serie de horas a tareas complejas y otras a cosas más sencillas.

Asimismo, hay que ir introduciendo rutinas que permitan que tomarse un descanso, levantarse de la mesa de la oficina y desconectar un momento. Las estrategias varían, pero no la intención. Hay que ser capaz de organizar el ritmo de trabajo y de canalizar la energía centrándola en lo concreto y necesario.

 

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