Ventajas de una estrategia basada en la Inversión Extranjera Directa
La Inversión Extranjera Directa (IED) se caracteriza por buscar la internacionalización de una empresa o grupo de empresas a través de adquisiciones o de una construcción de activos tangibles en el país de destino. Según la definición del Fondo Monetario Internacional (FMI) dicha inversión tiene que ser:
- Duradera en el tiempo.
- Directa, con al menos un 10% sobre una empresa establecida en el país de destino.
- Puede ser un único inversor, una empresa privada, pública o un grupo de inversores.
- Se basará en el país de destino.
Los países objetivo suelen cumplir estas características:
- Costos más económicos.
- Entorno no regulado.
- Mercado interno importante y en crecimiento.
- Estabilidad económica, principalmente con ausencia de hiperinflación.
- Infraestructuras en transporte y comunicación.
- Derechos de propiedad de la IED.
Con la IED, tanto los inversores como el país de destino pueden verse beneficiados y obtener interesantes ventajas. En el primer caso hablaremos de cómo la IED abre mercados prácticamente inviables a partir de la exportación, reduce costes y consigue interesantes beneficios fiscales.
Evita barreras arancelarias
Entre las principales teorías sobre estrategias de internacionalización, las que hablan sobre las ventajas de la IED han evolucionado notablemente en los últimos 60 años. En los años 50, se buscaba como principal objetivo evitar las limitaciones que establecían los países más proteccionistas con fuertes barreras arancelarias a las importaciones. De esta manera, cuando una empresa se establece y produce allí dejan de afectarle estas medidas. Esta estrategia, conocida como Tariff-jumping busca estos mercados para aprovechar la competitividad desarrollada en países abiertos y beneficiarse a la vez de las barreras establecidas por dicho país.
Incentivos fiscales
La IED sustituye, o al menos complementa, la inversión interna pública o privada. Muchos países en vías de desarrollo ofrecen estos incentivos por la vía tributaria en zonas con normativa específica para la actividad económica con los países inversores. Es frecuente que los acuerdos partan de un grupo de empresas del mismo sector. Se crean asociaciones con el objetivo de presionar y negociar con el país objetivo y se analiza el impacto de las condiciones en la economía local.
Reducción de costes
Uno de los factores estratégicos de la IED es la de crear centros de producción en países destino con bajos costes salariales o una fuerte desregularización del mercado laboral. Muchos expertos consideran este tema con diferentes perspectivas. Los hay que argumentan que la IED genera una semilla económica que, a su vez, produce un mayor desarrollo económico que crea riqueza en los países objetivo. En el otro lado, se sostiene que son frecuentes las condiciones abusivas de la mano de obra que trabaja en las zonas francas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) cifra en un 90% el porcentaje de mujeres trabajando en estas zonas. Es importante señalar que muchas empresas deciden implantar centros de producción especializados en otros países para aprovechar las economías de escala que se generan con la centralización de la producción. Por otro lado, la IED se considera uno de los principales beneficios de la globalización, ya que los países perceptores aprovecharán la tecnología de países más desarrollados, conseguirán la formación de capital y se beneficiarán de la transferencia de conocimiento. Para los países en vías de desarrollo beneficiarios de la IED encontramos ventajas que inlfuyen en su desarrollo económico de manera muy importante. De hecho, se calcula que el flujo de capital en forma de IED hacia estos países de inversión privada supera el volumen de ayudas y préstamos internacionales, con la salvedad de los países del África subsahariana. Además, supone una de las principales fuentes de financiación en épocas de crisis. Por ejemplo, se observa que durante la crisis financiera asiática de 1997 los flujos de inversión privada se mantuvieron estables. Lo mismo ocurría en América Latina en la década de los 80, o en el caso de México en la crisis de los años 1994 y 1995. Existe un amplio debate sobre si las IED son realmente beneficiosas para los países de origen, sobre todo, por la constante lucha entre los países objetivo para resultar ser elegidos. La bajada de impuestos puede no compensar la creación de ingresos fiscales reales aunque, al ser inversiones a largo plazo, es muy probable que el saldo sea positivo. Lo que es evidente es el beneficio a nivel de las empresas inversoras que, a través de las inversiones internacionales además de lo anterior, consiguen una diversificación de su cartera y, por tanto, una disminución del riesgo en sus inversiones.
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